septiembre 19, 2005

Reflection in a dream

      Recuerdo despertarme entre sorprendido y feliz en un complicado momento de mi vida. Recuerdo, además, despertarme con la urgencia de escribir las líneas que, palabra más, palabra menos, son las que cuento a continuación.
      Este sueño comienza conmigo (y quizás con otras personas) entrando a una extraña mansión que cumplía la función de una casa de retiro, una pensión o un asilo de ancianos. O quizás fuera todo esto a la vez. Desconozco si el hecho de ingresar era deseado o fortuito, pero sé que tenía la certeza de que era lo correcto. Una vez dentro, supe que debía recorrerlo. El lector imaginará (correctamente) las características laberínticas de este lugar. La mansión no se limitaba a una serie confusa de habitaciones y corredores, sino que albergaba pasajes muy estrechos tanto en su apertura como en su altura que apenas dejaban pasar a una persona agachada, ladeada, o inclusive acostada. Andamios y estructuras metálicas se confundían con armarios y roperos que también era necesario atravesar.
      Dije que este edificio estaba destinado a albergar personas. Al caminar las encontraba o perdía deseándolo o sin desear. Estas personas fueron irrelevantes hasta que mi deseo por salir comenzó a crecer. Comencé a buscar ayuda en ellas. No muchas podían auxiliarme y no todas querían hacerlo. Encontré a otros que buscaban la salida y encontré a algunos que habían resignado tal búsqueda. Sin desearlo pero aceptándolo se convertían en nuevos inquilinos.
      En un momento y como en una revelación supe que me encontraba frente a la puerta correcta. Con el temor que brinda la incertidumbre pero la seguridad de hacer lo correcto, abrí y salí.
      Ahora me encontraba ante un parque. Frente a mi, una callecita sinuosa que conducía a un bosque. A lo lejos y detrás de los árboles podía ver un parque de diversiones. A mis espaldas, la mansión había perdido toda importancia, ni siquiera puedo asegurar que aún hubiera estado allí. Desconocía si el hecho de encontrarme frente a este parque era deseado o fortuito, pero tenía la certeza que debía recorrerlo. Aún con toda la incertidumbre, este cambio de laberinto ya no me pareció ajeno. Sonreí y comencé a caminar.